La administración de Trump tomó medidas para evitar un golpe económico, firmando una orden ejecutiva que retrasa la reinstalación de aranceles elevados sobre bienes chinos por otros 90 días. La sincronización resultó crucial: la medida se anunció horas antes de que las tarifas existentes estuvieran programadas para volver a entrar en vigor, lo que podría reavivar una de las disputas comerciales más polémicas entre las economías más grandes del mundo.
La extensión, que ahora se extiende hasta noviembre, representa una continuación de las negociaciones de aranceles intermitentes que han definido las relaciones comerciales entre EE. UU. y China. En lugar de permitir que las tarifas vuelvan a los niveles vistos en abril, cuando las tensiones comerciales estaban en su punto máximo, ambos gobiernos aseguraron un margen adicional para buscar un acuerdo integral.
Esta pausa extiende un patrón establecido a principios de 2023. La congelación inicial de aranceles surgió de las negociaciones de mayo en Ginebra, marcando la primera reunión sustantiva entre funcionarios comerciales estadounidenses y chinos después de meses de tensiones crecientes. Ese avance fue seguido por conversaciones adicionales en Estocolmo en julio pasado, donde ambas partes supuestamente mostraron un optimismo renovado sobre alcanzar un acuerdo duradero.
Las extensiones repetidas sugieren que, aunque una resolución final sigue siendo esquiva, tanto Washington como Beijing reconocen los costos económicos de una guerra arancelaria prolongada. Cada retraso equivale esencialmente a un reconocimiento mutuo de que ninguna de las partes está lista para que la fricción comercial bilateral explote por completo. Con las negociaciones ahora en marcha hacia el otoño, el enfoque se centra en si estos 90 días adicionales producirán un progreso significativo hacia una resolución permanente o simplemente pospondrán un enfrentamiento inevitable.
Para los comerciantes y empresas dependientes del comercio trans-Pacífico, la prórroga ofrece una certeza temporal, aunque el patrón persistente de extensiones de último minuto plantea dudas sobre si un acuerdo duradero realmente podrá materializarse.
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Pekín y Washington ganan más tiempo: la Administración Trump retrasa nuevamente los aranceles a China con una pausa extendida de 90 días
La administración de Trump tomó medidas para evitar un golpe económico, firmando una orden ejecutiva que retrasa la reinstalación de aranceles elevados sobre bienes chinos por otros 90 días. La sincronización resultó crucial: la medida se anunció horas antes de que las tarifas existentes estuvieran programadas para volver a entrar en vigor, lo que podría reavivar una de las disputas comerciales más polémicas entre las economías más grandes del mundo.
La extensión, que ahora se extiende hasta noviembre, representa una continuación de las negociaciones de aranceles intermitentes que han definido las relaciones comerciales entre EE. UU. y China. En lugar de permitir que las tarifas vuelvan a los niveles vistos en abril, cuando las tensiones comerciales estaban en su punto máximo, ambos gobiernos aseguraron un margen adicional para buscar un acuerdo integral.
Esta pausa extiende un patrón establecido a principios de 2023. La congelación inicial de aranceles surgió de las negociaciones de mayo en Ginebra, marcando la primera reunión sustantiva entre funcionarios comerciales estadounidenses y chinos después de meses de tensiones crecientes. Ese avance fue seguido por conversaciones adicionales en Estocolmo en julio pasado, donde ambas partes supuestamente mostraron un optimismo renovado sobre alcanzar un acuerdo duradero.
Las extensiones repetidas sugieren que, aunque una resolución final sigue siendo esquiva, tanto Washington como Beijing reconocen los costos económicos de una guerra arancelaria prolongada. Cada retraso equivale esencialmente a un reconocimiento mutuo de que ninguna de las partes está lista para que la fricción comercial bilateral explote por completo. Con las negociaciones ahora en marcha hacia el otoño, el enfoque se centra en si estos 90 días adicionales producirán un progreso significativo hacia una resolución permanente o simplemente pospondrán un enfrentamiento inevitable.
Para los comerciantes y empresas dependientes del comercio trans-Pacífico, la prórroga ofrece una certeza temporal, aunque el patrón persistente de extensiones de último minuto plantea dudas sobre si un acuerdo duradero realmente podrá materializarse.