Un destacado economista macroeconómico recientemente opinó sobre las perspectivas de Bitcoin dentro del sistema financiero global, argumentando que la criptomoneda insignia enfrenta barreras estructurales para una adopción generalizada por parte de los bancos centrales. ¿El problema principal? La transparencia de las transacciones. A diferencia de los activos de reserva tradicionales, la naturaleza del libro mayor público de Bitcoin crea fricciones para las entidades soberanas: cada movimiento queda registrado y visible, dejando poco espacio para la opacidad que los gobiernos suelen preferir. Más críticamente, la arquitectura descentralizada significa que los actores estatales no pueden simplemente intervenir o revertir transacciones una vez que se han liquidado, eliminando las palancas de control financiero que los bancos centrales han llegado a manejar con familiaridad. Esta desconexión fundamental entre la transparencia e inmutabilidad de Bitcoin y el deseo institucional de discreción y control sugiere que las grandes reservas de activos siguen siendo poco probables en un futuro cercano. La tensión resalta por qué los gobiernos pueden seguir prefiriendo las monedas digitales centralizadas que realmente puedan gobernar en lugar de adoptar Bitcoin como reserva institucional.