Una vez que la economía colapsa, ni el gobierno, ni las empresas, ni los consumidores querrán ver caer los precios de la vivienda, ¿verdad? La clave está en que si se malinterpreta las medidas regulatorias del gobierno para prevenir la burbuja inmobiliaria como una «reducción de los precios de la vivienda», esa sería la verdadera fuente de riesgo. ¿Por qué? Porque esa mala interpretación intensificará la ansiedad del mercado, y al final la inflación será la paja que termine de aplastar toda la economía. El punto de partida del gobierno en realidad es muy claro: no es para arruinar los precios de la vivienda, sino para evitar que los precios se disparen fuera de control. Pero si la opinión pública y los participantes del mercado en general interpretan estas políticas de estabilización del crecimiento como una medida para reprimir el mercado inmobiliario, sin duda provocará una serie de reacciones en cadena. Los inversores entrarán en pánico, los consumidores se retraerán, y el flujo de capital se desordenará, terminando por ser aplastados por la inflación, y nadie podrá escapar. Por lo tanto, la clave es entender la verdadera intención de las políticas, y no dejarse engañar por las apariencias.